Cómo cuatro jóvenes ecologistas crearon una multinacional de energía renovable que genera 20 millones de euros de beneficio

A veces, los ideales juveniles pueden convertirse en la base sobre la que se construye una trayectoria empresarial de éxito. Al menos, esa es la historia de Prosolia Energy, líder multinacional en el sector de las energías renovables. La compañía registró 19,2 millones de euros de beneficio y 56 millones de euros en nuevas inversiones en 2024, opera en seis países diferentes y cuenta con clientes importantes como Stellantis. 

 La empresa tiene un origen inusual y motivador, inspirado en los sueños de cuatro amigos que, en 2003, daban sus primeros pasos hacia la edad adulta entre Alicante y Valencia. Uno de ellos era Juan Carlos Guaita, entonces fundador de un pequeño grupo ecologista llamado “Los Verdes” en Ontiyent y hoy presidente de Prosolia Energy. Prosolia es uno de los productores independientes de energía más importantes a nivel europeo, con el ambicioso objetivo de acelerar el autoconsumo industrial y la generación distribuida para descarbonizar el sistema energético de Europa y Latino América. 

 

Un proyecto rural nacido para combatir el cambio climático 

 “Éramos jóvenes e idealistas, y sentíamos que debíamos hacer algo concreto para mitigar el cambio climático promoviendo el uso de fuentes de energía renovable”, recuerda Guaita. “En las zonas rurales de la Comunidad Valenciana de aquella época, las viviendas particulares no estaban conectadas a la red eléctrica. Decidimos empezar allí para lograr el cambio que soñábamos en el mundo: abrimos una pequeña empresa y comenzamos a desarrollar proyectos de instalaciones fotovoltaicas autónomas para llevar energía limpia a propiedades aisladas en el campo valenciano”. 

 El punto de inflexión llegó relativamente pronto, en 2005, gracias a una apertura regulatoria en España que permitió a la empresa cambiar su modelo de negocio: “ofrecer soluciones de energía renovable no solo a propiedades privadas, sino a grandes consumidores industriales, para maximizar nuestro impacto ambiental y realmente marcar la diferencia en la creación de un futuro más sostenible”. 

 Esto dio inicio a una fase de rápido crecimiento para la compañía, que se interrumpió abruptamente en 2010. La combinación de grandes cambios en la regulación energética de varios países europeos, incluida España, y la crisis económica global derivó en una verdadera “catástrofe” corporativa. “Entre 2010 y 2015 pasamos por un periodo de gran dificultad: nos vimos obligados a cerrar la mayoría de las oficinas que habíamos abierto en Europa, Estados Unidos y África, y despedimos a 250 empleados solo en España”, explica Guaita. 

 

 Un ejemplo de ética empresarial 

 Entre las oficinas que tuvieron que cerrar estaba la sede en Italia. “En 2011,” recuerda Juan Carlos Guaita, “llamé a Graziano Cucciolini, (actual country manager de Prosolia Energy Italia) para anunciar el cierre de nuestra oficina en Prato. Seis años después, volví a llamarle: la tormenta había pasado y se daban las condiciones para retomar nuestro trabajo juntos”. 

 El mismo cuidado se aplicó al resto del equipo: tan pronto como fue posible, se comprometieron a recontratar a la mayoría de quienes habían tenido que despedir. “Siempre he sentido una gran responsabilidad de cuidar a todos mis empleados y socios, con quienes he compartido tanto los momentos de sacrificio como los éxitos”, explica el presidente de Prosolia Energy, destacando la importancia de una ética empresarial que siempre busque conciliar la sostenibilidad social, ambiental y económica. 

 

 El compromiso actual de Prosolia con el clima 

 Sólo en 2024, las plantas de energía renovable construidas por Prosolia Energy en Europa permitieron ahorrar más de 15 mil toneladas de emisiones de CO2, lo que equivale a la capacidad de absorción de aproximadamente 500 mil árboles. Hace un par de meses, la compañía lanzó un importante proyecto de reforestación de 13,5 hectáreas en Pontevedra, Galicia, para compensar voluntariamente el 10% de sus propias emisiones de CO2, con el objetivo de lograr la neutralidad de carbono para 2030. 

 Juan Carlos Guaita tiene ideas claras al respecto: “Proteger el medio ambiente no es una opción voluntaria, sino un imperativo global”. Y no debería sorprender que estas palabras suenen a las de un activista climático, porque el gestor de hoy no renuncia a nada del joven idealista que fue. 

 Cuando se le pregunta cuánto de la visión original que impulsó el nacimiento de aquel pequeño grupo ecologista a principios de los 2000 permanece en la multinacional actual, Guaita no duda: “Esa visión sigue guiando nuestras decisiones, combinada naturalmente con una estrategia de gestión. Estoy convencido de que el equilibrio entre estos dos objetivos —el compromiso con el medio ambiente y el crecimiento empresarial— es el secreto de nuestro éxito. Sin ese ideal que lo guíe, Prosolia Energy habría fracasado, como muchas otras compañías que entraron en el sector de las energías renovables únicamente con fines especulativos”.